Las instituciones educativas, también las universidades, somos escenarios privilegiados de transformación social, porque en nuestras aulas de hoy se forma la ciudadanía que asumirá un papel determinante en la transformación de nuestra sociedad de mañana. Una transformación que tiene que permitir romper estereotipos androcéntricos y corregir discriminaciones y sesgos de género que persisten a nuestras sociedades en pleno siglo XXI. La igualdad de género, definida como uno de los grandes Objetivos de Desarrollo Sostenible por la Agenda 2030 de Naciones Unidas, constituye todavía hoy un reto pendiente, necesario para garantizar una sociedad más justa. Y en la consecución de este compromiso, las universidades asumimos un papel clave.
En este escenario, la incorporación de la perspectiva de género en la docencia a nuestras aulas se erige en uno de los elementos centrales de las políticas de género en el ámbito universitario. Unas políticas que se conciben no solo como una cuestión de justicia social sino también como una variable que afecta al propio rendimiento académico, la calidad de la docencia y de la investigación. Estas circunstancias explican que, en los últimos años, se hayan priorizado varias políticas dirigidas precisamente a reforzar la transversalidad de la perspectiva de género, la promoción de una igualdad de oportunidades real y efectiva de mujeres y hombres en todos los ámbitos que son de nuestra competencia. En Cataluña, esta mirada se ha explicitado con la aprobación del Marco General para la incorporación de la perspectiva de género a la docencia universitaria, aprobado por AQU-Cataluña en colaboración con la Comisión Mujeres y Ciencia del Consejo Interuniversitario de Cataluña (CIC). La vocación pragmática de este instrumento de planificación estratégica ofrece en las universidades un recurso especialmente útil en el diseño y priorización de las políticas propias, vertebradas en los respectivos Planes de Igualdad. Ha promovido, de hecho, la presa en consideración de un amplio catálogo de nuevos objetivos e indicadores de evaluación, proyectados no solo en el que es estrictamente la docencia a las aulas, sino también en la investigación y en la gestión institucional. En el trasfondo de este marco general de la AQU-Cataluña planea la voluntad política de poner fin a la ceguera de género en todos los reductos que son competencia universitaria.
Justo es decir que la transversalidad de la perspectiva de género se ha acabado proyectando en un amplio catálogo de políticas, de diferente contenido y alcance, definidas y priorizadas en los respectivos Planes de Igualdad universitarios. Consideradas en su conjunto, estas políticas de género universitarias se dirigen primordialmente a promover la cultura de la equidad a nivel institucional; a reforzar la igualdad de oportunidades en el acceso, la promoción y las condiciones laborales de las personas que trabajan en la universidad; a reforzar la respuesta institucional ante toda discriminación y violencia; y a difundir el compromiso social y la transferencia de conocimientos sensibles al género. Consideradas en su conjunto, explicitan un compromiso institucional irrenunciable con la igualdad de género, en sus diferentes expresiones. Porque solo preservando una igualdad de oportunidades real y efectiva estaremos en condiciones de garantizar una universidad más justa, más comprometida socialmente, más democrática y, en definitiva, de mejor calidad.