Los nuevos tiempos en Psicología, y el auge que está tomando la perspectiva del desarrollo positivo, han hecho que los términos “factores de protección y factores de riesgo” sean sustituidos por “assets”, activos en el desarrollo, es decir, todas aquellas características del individuo y de las influencias que le llegan que, sin tener que verse expuesto a condiciones de adversidad (como es el caso cuando se habla de factores de protección –protección contra el riesgo, se entiende), claramente se muestran como buenos predictores de indicadores de un buen desarrollo. Tales activos pueden identificarse en todos los niveles del modelo ecológico del desarrollo humano propuesto en su día por Bronfenbrenner (Bronfenbrenner, 1979; Bronfenbrenner y Morris, 2006), y así es como vienen a estar recogidos en los modelos de activos más conocidos (por ejemplo, los 40 activos para el desarrollo en la adolescencia elaborados desde el Search Institute, http://www.search-institute.org/, -Benson, 2007- o la propuesta de Morgan y Ziglio, 2011).
Lo que se presenta en esta comunicación es lo que aporta el sujeto a su propio desarrollo, es decir, qué características del individuo (en buena parte consecuencia, precisamente, de las influencias que ha ido recibiendo de sus contextos de desarrollo) se convierten en activos. Dentro de lo que son estos activos personales, encontramos desarrollos muy exhaustivos e interesantes en algunas propuestas que se han hecho en nuestro país (ver Oliva et al. 2011), pero en esta comunicación, por razones de espacio, nos centraremos sólo en dos de estos activos especialmente relevantes: los modelos internos de apego y el sentido de coherencia.
Por un lado, los modelos internos de apego se refieren a las representaciones mentales sobre uno mismo, sobre los demás y sobre las relaciones interpersonales que se construyen a partir de las experiencias de vinculación y las emociones asociadas a ellas (Bowlby, 1969; Bretherton y Munholland, 2008). Es decir, en la medida en que un niño a o una niña disponga de cuidadores que han estado disponibles y han sabido satisfacer de forma adecuada y sensible sus necesidades, la figura adulta aparecerá representada en estos modelos internos como fuente de protección y él o ella mismo como merecedor de ese cariño y protección. Es lo que conocemos como un modelo interno de seguridad que sabemos se convierte en un claro predictor de buenos resultados evolutivos (por ejemplo, autoestima, competencia social, satisfacción en las relaciones interpersonales y diversos indicadores de salud mental y bienestar emocional).
Por otro lado, el constructo sentido de coherencia (Sense of Coherence, SOC) surge en la década de los 80 dentro de la Medicina, en concreto de la Salud Pública, y de la mano de los planteamientos de la teoría salutogénica de Aaron Antonovsky (1987). Tal como Antonovsky lo define (1993), el sentido de coherencia tiene tres componentes principales. La comprensibilidad (componente cognitivo del SOC) hace referencia a en qué medida la persona comprende y entiende cómo ha transcurrido, cómo ha sido y cómo es su vida. Por su parte, la manejabilidad (componente conductual) refleja en qué medida la persona siente que maneja y que puede dirigir su vida echando mano no sólo de sus recursos personales, sino también de los que tiene a su disposición, en su entorno, los que considera que le son accesibles y que puede disponer de ellos. Por último, la significatividad (componente emocional) se refiere a en qué medida la persona interpreta su vida, con sus objetivos y planes, como algo que merece la pena, y que tiene sentido vivir en esa dirección. Las investigaciones muestran que el SOC es un buen predictor de diferentes medidas de estilos de vida, salud y bienestar de la persona.
En consecuencia, las intervenciones dirigidas a mejorar habilidades de parentalidad positiva, que promuevan modelos de apego seguro en sus hijos e hijas y las intervenciones que estimulen en los individuos desde muy pronto habilidades cognitivas, conductuales y emocionales que les ayuden a entender, estimar y dirigir sus vidas serán, con toda probabilidad, intervenciones que mejoren el bienestar y la salud de las personas.
[1] Equipo español del Estudio Health Behaviour in School-aged Children (HBSC): Pilar Ramos, Francisco Rivera, Inmaculada Sánchez-Queija, Antonia Jiménez-Iglesias, Irene García-Moya & Concepción Moreno-Maldonado.