La globalización es un fenómeno que afecta a muchos niveles de la sociedad, puesto que repercute en el ámbito económico, político, tecnológico, cultural y ecológico de los países. La globalización ha supuesto la creación de redes de comunicaciones, comercio y tráfico de personas entre todos los continentes del planeta. A su vez, la presencia de una enfermedad infecciosa en una parte del planeta puede haberse diseminado en cuestión de horas en todo el mundo. Los agentes infecciosos pueden afectar de forma específica a una especie animal o bien a más de una especie incluyendo a los humanos. Además, muchos de estos agentes, cuando se dan las condiciones adecuadas, pueden dar un salto de huésped y afectar a nuevas especies con consecuencias devastadoras, o bien se pueden transmitir entre animales y personas (lo que llamamos zoonosis) complicando la gestión de estas enfermedades puesto que requiere una coordinación entre diferentes sectores y profesionales sanitarios. El ejemplo más comprensible es la actual pandemia de la COVID-19 que estamos sufriendo.
Existen una serie de factores que contribuyen al aumentar el riesgo de aparición de nuevos agentes infecciosos. Por un lado, tenemos un sobre crecimiento de la población humana a nivel mundial con casi 8 mil millones de personas, que tienen unos requerimientos nutricionales y de espacio que condicionan gran parte de la producción y comercio de especies animales y vegetales en todo el mundo. Por otra parte, para poder cubrir estas necesidades proteicas (de origen animal y vegetal) se ha producido una intensificación de la producción animal de forma desmedida y, en consecuencia, la deforestación de parte de las zonas selváticas por tener plantaciones de soja y otros forrajes destinados mayoritariamente a la alimentación animal. En paralelo, el crecimiento de la población mundial ha comportado la expansión de las zonas urbanas hacia zonas naturales en las que conviven una gran diversidad de animales salvajes. Se conoce que algunas especies salvajes pueden ser reservorios de agentes potencialmente patógenos para las personas que todavía desconocemos. Por tanto, si facilitamos cada vez más esta interacción entre las poblaciones humanas y la fauna salvaje, estaremos incrementando el riesgo de aparición de nuevas variantes infecciosas que den un salto de especie y se puedan transmitir entre animales y personas, apareciendo una nueva zoonosis. Por último, la industrialización y urbanización de las zonas rurales, junto con el reemplazo de las especies vegetales autóctonas por grandes campos de cultivo (por nutrición animal o por subproductos humanos como el aceite de palma), agrava considerablemente la pérdida de la biodiversidad y el cambio climático. Éste último sería el responsable de la dispersión de enfermedades infecciosas transmitidas por vectores (mosquitos y otros artrópodos) en países donde antes estos vectores no podían sobrevivir. Tendríamos como ejemplos la aparición de brotes de enfermedades tropicales en lugares donde antes no existían, como Zika, Dengue, Chikungunya, Fiebre amarilla en España y otros países europeos.
Ante esta realidad, el concepto de One Health (Una Sola Salud) se entiende como una nueva forma de trabajar en equipo con profesionales de diferentes disciplinas para afrontar las nuevas amenazas biológicas que pueden afectar a la salud de las personas, animales y los ecosistemas. Se trata de generar equipos multidisciplinares que se coordinen para trabajar conjuntamente para anticiparse y controlar a tiempo desde los brotes epidémicos hasta las grandes pandemias. El concepto teóricamente está muy bien aceptado a nivel de la comunidad científica y de los profesionales más directamente relacionados con las ciencias de la salud. De hecho, el papel lo aguanta todo, pero a la hora de ponerlo en práctica empezamos a tener una serie de obstáculos. A nivel de colectivos profesionales, los veterinarios son de las profesiones con una visión One Health muy arraigada, seguramente por su formación base que contempla el estudio de las zoonosis y su estrecho contacto con los animales, tanto domésticos como salvajes. Cabe destacar que, en los últimos años, se ha producido un incremento en la demanda de formación en One Health en disciplinas relacionadas con el campo de la biología, microbiología, biomedicina y afines. En cambio, el colectivo de médicos (en especial médicos de familia) y enfermería, aunque representa la primera barrera del frente contra la lucha de estas enfermedades infecciosas, está todavía poco familiarizado en este nuevo enfoque de la Salud. Uno de los principales problemas está en la falta de información y poca necesidad de impulsar la capacitación en One Health de estos profesionales sanitarios. Así, los colegios profesionales tienen un papel fundamental para hacer llegar esta información a sus colegiados.
Finalmente, hay que diferenciar que los profesionales sanitarios procedentes de países en vías de desarrollo tienen una sensibilidad mucho mayor hacia la problemática de las enfermedades infecciosas y su abordaje One Health para poder combatirlas con eficacia, ya que conviven muy estrechamente con los efectos negativos que estas infecciones producen en la sociedad. En este aspecto, el gran problema que tienen estos países es la carencia de recursos económicos y técnicos para luchar contra los desafíos sanitarios con los que se encuentran. Nosotros en Europa, aunque disponemos de recursos económicos y logísticos, todavía falta mucho compromiso político que ponga al alcance de los profesionales las herramientas y recursos económicos necesarios para poder implementar esta nueva filosofía de actuación, control y prevención de la salud en el conjunto de las personas, animales y ecosistemas. Quizás, en un futuro, cuando las nuevas epidemias tomen más relevancia en nuestro país es cuando nos daremos cuenta de la importancia del concepto One Health. Esperemos que no sea demasiado tarde.