La sociedad se adapta a los cambios. La pandemia mundial que nos ha arrebatado vidas humanas, alterado previsiones económicas e incluso un decaimiento general como sociedad, también nos ha abierto los ojos a acelerar unos cambios en la forma de organizar el trabajo y mejorar la gestión de nuestros tiempos. La aceleración de un cambio cultural que proviene de unas jornadas presenciales interminables y horarios muy rígidos y que transita hacia una nueva cultura basada más en la flexibilidad, la confianza, la digitalización y la mejor conciliación en relación a los diferentes usos del tiempo.
La necesidad de incorporar de forma repentina el teletrabajo en el confinamiento ha generado distorsiones que deben resolverse, a través del Legislativo o de decretos que las diferentes administraciones vayan impulsando.
Por ello es fundamental educar en el teletrabajo y saberlo incorporar con todas las garantías posibles y para todas las partes posibles. Si somos capaces de construir un marco donde empresarios / as y trabajadores / as, mujeres y hombres, función pública y esfera laboral nos sintamos cómodos, podremos mejorar no solo en términos de calidad en el trabajo sino de calidad de vida.
El trabajo en remoto combinado con la presencia en espacios de trabajo compartidos (fin de los despachos) y donde la información es compartida por la nube (minimización del papel) nos abre las puertas a una gobernanza más horizontal que estimulará el trabajo en equipo y democratizará las decisiones, facilitando el trabajo por objetivos y la obtención de resultados.
La encuesta sobre usos del tiempo y confinamiento, elaborada por el Centro de Estudios de Opinión (CEO), muestra como casi el 90% valora positivamente el teletrabajo y que el 61,4% lo valora en combinación con el trabajo presencial. Datos alentadores, como también lo es que el 86,5% valoren positivamente las reuniones telemáticas.
Porque la mejor gestión del tiempo de trabajo debe posibilitar unos horarios más flexibles que equiparen a mujeres y hombres en la conciliación con los tiempos personales y familiares. Se ganará en eficiencia y por tanto en productividad real, en motivación del talento reduciendo drásticamente el absentismo. Más tiempo, más vida.
Esta nueva cultura menos presencialista debe dar garantías a una igualdad de género en términos de usos del tiempo. Debemos ser capaces de romper con la sobrecarga de tareas domésticas y de atención a los niños y dependientes que sufren las mujeres frente a los hombres, y esto también formará parte de la educación en el teletrabajo, porque todavía tenemos mucho trabajo por hacer. La encuesta del CEO nos proyectaba una realidad dual de género en la percepción del confinamiento. El 83,9% de los hombres dicen ser corresponsables en la realización del trabajo doméstico con sus parejas, mientras que sólo el 66% de las mujeres opinan lo mismo. Demasiadas diferencias.
No es de extrañar que un 63,4% ha reflexionado sobre la organización de su propio tiempo. Sentirnos más empoderados sobre cómo nos organizamos y hacerlo en plano de igualdad entre mujeres y hombres, son algunos de los retos que nos deja la pandemia.
Y es en este marco que desde el gobierno hemos presentado el plan “#ViureMillor”, con tres ejes: 1) Vivir una gestión de los tiempos más eficiente para ser más productivos 2) Vivir una mejor conciliación laboral, personal y familiar y hacerlo corresponsablemente hombres y mujeres y 3) Vivir en hábitos saludables.
En otras palabras, aplicar las políticas del tiempo para mejorar en calidad de vida.