Cuando se habla de realización de los derechos humanos en un contexto como el colombiano se piensa claramente en una agenda pendiente, y seguramente ello es así al menos en un buen número de países del denominado mundo en desarrollo o del sur. Y es solo verlo en la vida cotidiana, donde existe una magra cultura de la actuación ética, que incorpore derechos/responsabilidades/deberes, y una tensión siempre presente entre los intereses del bien común y los del provecho personal, en desmedro de las demás personas o grupos.
Claramente lo que hace falta es buscar cómo contribuir de manera efectiva a una transformación de esta situación, y ello, desde el campo de la educación escolar, implica enormes desafíos en la formación de personas para que individual y colectivamente hagamos realidad los derechos/responsabilidades/deberes que como humanidad tenemos y vamos acordando son inherentes a nuestra existencia. Desde las Habilidades para la Vida también es posible trabajar este aspecto, para que todas las personas puedan hacerse parte de la gestación de una cultura que tenga presente en sus acciones cotidianas el referente de los derechos humanos.
Desde la experiencia desarrollada por Fe y Alegría de Colombia se cuenta con un modelo de educación para la comprensión, desarrollo y ampliación de las capacidades humanas que permite integrar ese importante aspecto. El modelo tiene cuatro campos. En uno de ellos está la emocionalidad de las personas; en otro, el campo cognitivo, de los saberes y la información; en otro más están los valores, las disposiciones y actitudes, la consideración de lo ético (lo que da un sentido a las acciones) y, finalmente, está el campo de las habilidades, los “saber hacer” con destreza para finalmente aplicarlos y resolver la situación de vida personal o de convivencia real que se esté enfrentando.
Un ejemplo sencillo de lo anterior, es lo que sucede cuando existe, por ejemplo, un trato ofensivo entre las niñas y los niños, como ponerse apodos por sus características físicas. Se puede abordar movilizando la empatía, colocándose en el lugar de la persona ofendida, explorando cuáles son los sentimientos o emociones que produce el apodo. Seguidamente es posible explorar y averiguar cuáles son los impactos que tienen las ofensas sobre la salud mental de las personas, sobre su desarrollo personal, su autoestima, entre otros, así como qué es lo que dice la declaración de los Derechos Humanos y la Convención de los derechos de la infancia que esté relacionado con ese tema, asuntos que son lo cognitivo o informativo de la situación. En el terreno de los valores y lo ético, se moviliza la acción dentro de la ética del cuidado, porque en última instancia los derechos humanos se han formulado con la intención de cuidar la integridad de cada persona y su bienestar, haciéndose a su vez extensivo a todo aquello que hace posible la vida digna. En el campo del saber hacer, se trabajan las habilidades de comunicación y relaciones interpersonales asertivas, y se fortalece las acciones que puedan derivar de este aprendizaje para resolver diferencias sin tener que recurrir a agresiones.
Lo anterior se fortalece con el acompañamiento cotidiano de un/a docente que aliente el comportamiento de toda la clase, para que se produzca un empoderamiento individual y colectivo que ayude además a la autorregulación y la regulación entre pares en situaciones semejantes.