El enfoque de salud en todas las políticas, se ha venido gestando desde que se reconoció que son los gobiernos quienes tienen la obligación de cuidar la salud de sus pueblos, obligación que sólo puede cumplirse mediante la adopción de medidas sanitarias y sociales adecuadas, como se expresó en la Declaración de Alma Ata en 1978 y se ha ratificado en las sucesivas Conferencias Mundiales de Promoción de la Salud que se han celebrado.
La participación de ciudadanos, instituciones públicas y privadas, sectores de la economía, organizaciones no gubernamentales, familias y comunidades para alcanzar salud como derecho fundamental, debe ser un desarrollo centrado en las personas, que permita a todos sin discriminación, llevar una vida feliz, social y económicamente productiva y sostenible, sin comprometer los recursos necesarios para las generaciones venideras; constituyéndose en una meta común a lograr, para gran parte del mundo contemporáneo libre y soberano.
El enfoque, considerado como una manera sistemática de tener en cuenta las implicaciones en la salud que tiene las decisiones que se toman, construye una perspectiva en la cual, se requiere planificar cadenas de objetivos con secuencias complejas de actuaciones entre diversas instancias y sectores, a partir de una delimitación y priorización de los problemas de salud, no solamente prevalentes en un momento dado, sino de aquellos que mayor cantidad de desigualdades producen y en particular de aquellas diferencias en salud que hoy sabemos son injustas, innecesarias y evitables.
Se requiere por tanto para la evaluación del enfoque que en el momento mismo de la formulación se acuerde y se determine:
1-. La transformación deseada con la política transversal que se está formulando en un marco conceptual determinado. La misión y la visión de la política deben ser ampliamente descritas, así como el contexto en el cual va a implementarse, la población a la que va dirigida, el horizonte temporal y espacial de su ejecución y los recursos o activos con los cuales contará para su implementación.
2-. La transformación debe acompañarse de una cadena de objetivos o cadena de valor que incluya además de objetivos, los medios y los fines para que puedan ser evaluados. Se trata por tanto de incluir:
- Las actividades e inversiones requeridas para conseguir unos productos y/o servicios
- Los productos y / o servicios que al ser recibidos por la población esperan cambiar consumos, actitudes, conocimientos y/o comportamientos
- Los efectos o resultados que son los cambios en los consumos, comportamientos, actitudes, o conocimientos de determinados grupos que conducirán al logro de los impactos.
- Los impactos que evidencian cambios verificables en las condiciones o calidad de vida, que se esperan a largo plazo (transformación deseada).
3-. Establecida la cadena de valor, se contara con un plan de acción representado en un esquema de relaciones y secuencias para alcanzar sólidas intervenciones de política pública, que requieren diferentes tipos de medidas en cada uno de sus componentes, las cuales se logran a través de indicadores.
4-. Los indicadores requieren fuentes de datos periódicamente recogidas, ser muy específicos, medibles, asequibles y demostrar capacidad para establecer comparaciones.
5-. Generados y acordados tanto la cadena de valor como los indicadores, sus fuentes y usos, podemos concluir que se cuenta con un sistema de evaluación que puede ser empleado a fondo en el enfoque de salud en todas las políticas.
La rendición de cuentas, el establecimiento de buenas prácticas y la reproducibilidad de las iniciativas de políticas transversales podría garantizarse a través de la aplicación sistemática y desagregada de los pasos anteriormente descritos, encadenando el ciclo de la política: la formulación, la implementación y la evaluación a través de los pasos enunciados anteriormente.